Rodrigo García

Rodrigo: sutil y sibilino


Para Claudio Rodríguez Fer, poeta con solera

 

Digámoslo bien alto: Que aún hoy pasen desapercibidas muchas canciones de Rodrigo García Blanca —el alma, junto a José María Guzmán, de dos de los más grandes grupos del pop estatal: Solera y CRAG (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán)— es un síntoma de nuestra preocupante bajura estética. En la parrilla televisiva, nos hemos acostumbrado a tragar repugnantes vísceras, y, al encender la emisora, tarareamos —sin ningún tipo de reservas— melodías pueriles… «Lo que no mata, te hace más fuerte«, cacarean algunos consumidores de la carnaza rosa. Recordémosles, por favor, que la insensibilidad es el caldo de cultivo de la violencia y de la misantropía.

 

Quienes están instalados en esa cultura del triunfo —del triunfo rápido, para más señas— difícilmente apreciarán la demorada belleza de «Rondar de madrugada». En esa canción, Rodrigo (Sevilla, 1947) actualiza, con una inocencia abrumadora, la búsqueda de la muchacha amada en noches de ronda: «Tu calle se te parece en lo estrecha y en lo blanca, / tu calle se me parece en lo sola y en lo amarga. / Estoy rondando tu calle, estoy rondando tu casa / por ver si tengo la suerte de verte por la ventana.» En estos tiempos de vacuidad y fruslería, ¿se puede ser más romántico?

 

Rodrigo García Blanca

 

 

En efecto, Rodrigo es fiel a unas tradiciones que prácticamente ya han desaparecido. Incluso en el plano fonético este peculiar vocalista deja su impronta al distinguir la b de la v (letra que suele pronunciar como labiodental, no como bilabial, siguiendo las recomendaciones de varias ediciones académicas de la Gramática y de la Ortografía de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX).

 

 

Confieso que a mí —siendo, desde hace años, un devoto de las esplendorosas armonías vocales de CRAG— me costó un poquito entrar en las canciones del Rodrigo solista. No es de extrañar: en su escasa (e irregular) obra, este sevillano demanda la participación activa del oyente para seguir un texto pleno de delicados matices, una melodía evocadora de situaciones o sensaciones… De todos modos, el tema que mejor refleja la sinuosa escritura de Rodrigo acaso sea «Volverás«, incluido en el único disco de Solera (1973): «Eres dulce como un vino y bella como una flor, / y a mí me gusta embriagarme y a mí me gusta tu olor. / Pero eres joven, voluble… Te conviene madurar. / Y al final, con más solera, yo sé bien que volverás«. Muy pocos de nuestros escritores de canciones han rematado circularmente, con esa gracia y ese vigor, una estrofa. Aute, Sabina, Serrat, Llach y Krahe. No se me ocurren ahora mismo otros letristas estatales que hayan aportado, sin salirse de la llaneza, tan altas soluciones literarias… ¡Qué solera!

 

Solera

 

La adjetivación

 

Capítulo aparte merece «Niña Luisa«, una esplendente canción incluida, al igual que «Rondar de madrugada», en el segundo LP de Rodrigo (1980), conocido, a falta de título y dado su cariz conceptual, como el de las mujeres. En el primer tema, protagonizado por una treceañera cubana, sale a relucir toda la virtuosa alquimia lingüística del sevillano. Hablo, por ejemplo, del acierto de hacer funcionar como un adjetivo a un sustantivo: «Tiene los ojos grandes y poetas«. Valiéndose de semejante artimaña, Rodrigo logra acentuar la capacidad contemplativa (o, mejor dicho, visionaria) de la ninfa. Precisamente ese excelso modo de adjetivar emparenta al letrista con los vates, que son los principales renovadores del lenguaje. No me resisto a citar a Luis Rosales, quien, en una de sus mejores Rimas, a fin de recalcar la fragilidad de cierta mujer, también transmuta el más corriente sustantivo en un expresivo calificativo: «(…) de aquella nieve / niña como la sed, de aquella niña / vocación de llorar (…)«. Merece la pena detenerse, de vez en cuando, en estos bellísimos hallazgos líricos. ¿Existe una manera mejor de ensanchar la sensibilidad, de eternizar los más fulgorosos instantes…?

 

 

Dicho lo cual, a la hora de valorar a un hacedor de canciones pop la pregunta que nos debemos hacer es ésta: ¿Las soluciones poéticas crecen de consuno con las musicales? En contraposición con muchos cantautores, Rodrigo no ofrece dudas al respecto: es un compositor integral. Pintor del lenguaje, sí, pero también jinete de la melodía. Me viene al magín el revelador estribillo de la citada «Niña Luisa». Las estrofas que lo preceden están envueltas —haciendo justicia a la belleza de la muchacha— por un piano estremecedor, por un lánguido acordeón y por una guitarra sinuosa. «Niña Luisa de melena negra, / sin superar la duda, a su manera, / furtivamente, calma su ansiedad»«, canta, con amorosa ternura, el ex Solera. Y unos segundos más tarde —ya en el estribillo— adquiere protagonismo un teclado que, golpeado secamente, parece simular la manera de masturbarse de Luisa. Entretanto, Rodrigo pronuncia —con verdadera devoción— el nombre de esa lolita cubana. Parece evidente, en fin, que el autor explora la canción en toda su intensidad emocional. Texto y música.

 

Señora Azul

 

Este integral universo de sensaciones alcanza su clímax en «Sólo pienso en ti» (el tema más versionado del autor y el más colorido de la obra maestra de CRAG: Señora azul, 1974), en «Linda prima» (la retranca y el despecho de Solera), en «El gato» (la pieza baudelairiana de la ópera prima del sevillano: Canciones de amor y sátira, 1975), en «Laura» y «En el sofá» (dos eróticos momentos del disco de las mujeres). Escuchando unos temas tan poliédricos y elegantes, no es difícil colegir lo siguiente: mientras otros compositores contemporáneos aducen razones, este Rodrigo desliza —a la manera de los líricos— insinuaciones. Incluso sus descripciones más profundas poseen ese cariz sugerente. Tomemos como ejemplo estos versos dedicados a la citada «Laura»: «Sutil, salada y sibilina seda, / de madrugada, en mi canción dormida«. En este precioso tema —que tantas veces he cantado últimamente— hasta el teclado garabatea formas ondulantes.

 

 

Es evidente: a este apasionado de la sensualidad (fue, si mal no recuerdo, el primer español en cantar deliberadamente al amor entre iguales, en «María y Amaranta«, 1974), a este mago de la adjetivación, a este trovador de inspiración folk pop formado en el conservatorio, a este superdotado músico de sesión y de directo (domina la guitarra, el piano, el violín, la flauta…) le han fallado las circunstancias. En la vecina Francia, un autor tan refinado como Rodrigo probablemente sería más escuchado, más leído, más reivindicado (aquí uno tiene la impresión de que sólo lo elogia la crítica)… Da pena decirlo, pero me imagino que el ex CRAG se habrá sentido más de una vez como ese melódico cantante que, en las ferias, debe competir con el estruendo de la tómbola y de los coches de choque… El propio Rodrigo confesaba al crítico musical Diego A. Manrique en 2005: «Sigo componiendo, aunque más por satisfacción personal que por necesidad profesional. Si me piden canciones, me ofrecen tratos muy raros: que firme otro artista como coautor, que su editorial gestione mis derechos. Me niego por dignidad. Eso sí, me desahogo publicando libros como El sello de la casa y Armis et litteris«. ¡Este tiempo mediocre no te merece, Rodrigo! ¡Sutil, salado y sibilino!

 

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DISCOGRAFÍA DE RODRIGO

 

Con The Speakers

 

The Speakers (Sello Vergara, 1965).

La casa del sol naciente (Discos Bambuco, 1965).

Tuercas, tornillos y alicates (Discos Bambuco, 1966).

The Speakers (Discos Bambuco, 1967).

En el maravilloso mundo de Ingesón (Producciones Kris, 1968).

 

Con Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán

 

Señora azul (Hispavox, 1974).

Queridos compañeros (Polygram, 1984).

C.R.A.G. (Polygram, 1985).

Gran reserva 30 años (EMI, 2005).

 

Con Rodrigo, Adolfo y Guzmán

 

Rodrigo, Adolfo y Guzmán (J.J. Record’s, 1994).

 

En solitario

 

Canciones de amor y sátira (CBS, 1975).

Rodrigo (MoviePlay, 1980).

Solera reservada (Fonomusic, 1987).

El jefe (sin ánimo de señalar) (autoedición, 2006).

 

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