Autómata: Banderas versus máquinas

Los caminos de nuestro destino son inescrutables, pero estamos predestinados a cruzarnos con las máquinas en un futuro quizá no tan lejano. La sumisión de las mismas se ha recogido en cine en varias ocasiones; su revolución también: Los androides dejan su status de imitación de ser animado y claudicante, y se saltan los protocolos establecidos. Como en cualquier otra fase de la evolución, las especies fuertes que mutan sobreviven.

Antonio Banderas en Autómata

Gabe Ibáñez firma esta gesta después de darse a conocer con Hierro (2010). Ahora su obra habla sobre la subordinación de los robots, regidos por dos protocolos. Ellos atienden las necesidades humanas de cualquier tipo, y en un futuro (año 2044) donde la tierra es un lugar decrépito y un cúmulo de escoria gris, sin una esquina exenta de polución. El cineasta recopila y bebe de otras fuentes y concluye con acierto, aunque la historia peque de poco original.

Los guionistas -Ibáñez junto a Javier Sánchez Donate e Igor Legarreta– beben de varias fuentes ya vistas o leídas. El espectador encuentra similitudes con Blade Runner y alguna que otra remembranza con Wall-E, además de las doctrinas robóticas que Isaac Asimov estructuró hace años; por ello, el título que llega a la mente es Yo, Robot. La película de Will Smith vertebraba en su argumento las normas que el escritor ruso asentó en sus series de robots.

En esta película no hay un protagonista vacilón y tan blockbuster como era Smith. Es el turno de otro actor con talante reconocido, inquieto y emprendedor. Antonio Banderas es el héroe del presente thriller futurista. El malagueño –además productor de la película– se embarca en estas lides de ciencia-ficción y sale más que airoso. Ahora es un loser del año 2044, que sin quererlo se ve metido en una conjura que podría suponer un peligro para la raza humana. De mero agente de seguros pasa a ídolo.

Autómata es un producto donde el presupuesto (suculento, pero no bollante) ha sido bien invertido. Desde el último detalle de atrezo hasta las primeras partituras de la banda sonora –una música épica que acompaña la trama invitando al espectador a la hazaña–. Esto claro si se habla de la forma, no del fondo. La dirección maneja bien los artilugios llegando así al final, con su respectivo dilema y su respectiva reflexión, como la obra de Asimov. Es por tanto una lectura que se vio y se sigue viendo, y puede que le falte más alma para estar dentro del cine de autor. Aun así todos, tanto humanos como robots cumplen con sus funciones asignadas.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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