The Host (La Huésped)

The Host: Andrew Niccol, «el abducido»

Andrew Niccol es igual a todos nosotros, tiene que comer para vivir. Y cuando el hambre aprieta somos capaces de muchas cosas que nunca imaginaríamos. The Host es el claro ejemplo de esto.

 

De base, la novela de Stephenie Meyer tiene bastantes alicientes como para hacer que vincularla a Niccol no resultase algo descabellado. Un futuro distópico en el que la libertad no es más que una ilusión. Una raza de extraterrestres parasitarios llegaron al planeta hace algunos años y cual ladrones de cuerpos nos han invadido. La vida ahora tiene un aura de perfección: no hay violencia ni armas de fuego, el medio ambiente está a salvo, el dinero parece cosa del pasado, todo el mundo es bueno y de fiar… La Tierra se ha convertido en una gran comuna hippie tenológica. Una comuna en la que prima la igualdad y donde las pasiones humanas han desaparecido. Como ocurriera en Gattaca o en In Time, el ser humano no es libre, ha perdido este derecho en favor de una sociedad «mejor». Solo un grupo de personas a las que los alienígenas no han poseido, resiste con la esperanza de recuperar nuestro hogar. Y como siempre en los films de Andrew Niccol, son las pasiones humanas las que, después de llevarle por el camino de la amargura (no hay más que recordar los celos de Al Pacino hacia su creación en Simone o los deseos imposibles de Ethan Hawke en Gattaca), liberan al héroe.

 

Lo dicho, The Host tiene todos (o tenía) los ingredientes para que el cineasta neozelandés se explayara, pero en su intento de subirse al carro de la industria se ha dado de bruces contra el suelo despreciando y desechando posibles buenos caminos a tomar. Poco hay de su identidad autoral en una película que rezuma la esencia de Stephenie Meyer (no olvidemos que también produce) por todas partes. El Niccol guionista está desaparecido, construyendo un relato muy pobre, motivo por el cual, su buen hacer a nivel visual genera unas imágenes a las que es imposible no añadirles el adjetivo de pretenciosas.

 

Saoirse Ronan en The Host

 

El objetivo principal de la cinta es más terrenal, no le interesa tanto abordar sobre la condición humana como sobre el amor. Y sí, es inevitable aludir a la saga Crepúsculo; no deja de ser más de lo mismo. El cuarteto amoroso con cuerpos compartidos que propone no funciona. Max Irons y Jake Abel tienen tan poca idea de como tratar a las personalidades de Saoirse Ronan que absorben la incoherencia como rasgo definitorio de sus personajes. Solo así se explica que pasen del amor al odio hacia ella a ritmo de corte de plano. Los protagonistas (los tres) tienen muy poquitos matices que poder explorar, por lo que la humanidad que pretende perseguir la película, apenas se percibe.

 

La nota dominante de The Host es la languidez y el puritanismo exacerbado, un simple beso puede ser motivo de grandes y «complicados» dilemas. El crédito de Andrew Niccol empieza a agotarse y la fórmula de amores adolescentes sobrenaturales empieza a mostrar síntomas de desgaste.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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