Need for Speed: De macarras mágicos y coches galácticos

Need for Speed

Need for Speed

Título Original: Need for Speed

Director: Scott Waugh

Guión: George Gatins

Reparto: Aaron Paul, Imogen Poots, Kid Cudi, Michael Keaton, Dominic Cooper, Rami Malek, Ramón Rodríguez

EEUU / 2014 / 130′

Productora: Electronic Arts / Dreamworks

A nadie se le puede achacar el intento de hacer millones con una fórmula rentable. Dar con una fuente de dinero que permita lucrarse al propietario en cuestión no es nada fácil. Mucho menos si se trata de una empresa en el ámbito cultural…

A nadie se le puede achacar el intento de hacer millones con una fórmula rentable. Dar con una fuente de dinero que permita lucrarse al propietario en cuestión no es nada fácil. Mucho menos si se trata de una empresa en el ámbito cultural. Hasta cierto punto es incluso admirable la valentía con la que muchos productores se lanzan a una piscina que desde lejos parece vacía.

Por tanto (y más con la acuciante falta de proyectos novedosos actual), es fácil imaginar qué ha llevado a sus responsables a dar luz verde a un producto como Need For Speed. Aquí no hay arte ni ensayo, solo un deseo de llenar el bolsillo gracias a dos referencias de consabido éxito económico. Por un lado (la excusa), la longevidad de una de las sagas más conocidas de videojuegos de las consolas de última generación en la que los coches tuneados y la velocidad permiten al jugador ese aperitivo adrenalítico del que sus vidas carecen. Por el otro (el más lógico) la fantástica rentabilidad que ha dado en taquilla la saga de poligoneros y tuneros por excelencia: Fast & Furious. La suma de los millones que les han reportado a los creadores de las dos empresas harían chiribitas los ojos de Florentino Pérez.

Need for Speed

Así que ahora aparece en la cartelera Need For Speed. Un subproducto alejado de todo ingenio creativo posible en el que la máxima dicta que no se salga un ápice del camino marcado por sus orígenes. Tobey Marshall es una otrora promesa infantil del automovilismo que vive sus veintitantos haciéndose cargo como puede de un taller heredado y corriendo en carreras ilegales. Reside en un pueblo de mala muerte a las afueras de Nueva York donde sus amigos piensan que es el no va más. La llegada de Dino Brewster, un tipo que se supone que tuvo problemas con Marshall en el pasado, con una oferta ventajosa para el protagonista es aquello que dinamita la acción. La venganza y las carreras se convierten a partir de ese momento en el único motor de la película.

Desde su trailer promocional como su póster, el filme apuesta por un público objetivo claro que, más allá de lo que se pueda decir del largo en reseñas, verá la película por lo que ofrece. Esto es: bólidos de gama intergaláctica (gracias a los que los ajenos al mundo del motor no diferenciaremos entre realidad o ficción) llevados al límite de velocidad, destrozando cualquier ciudad a su paso y atrayendo la atención en todos los planos. Ese el quid de la película y nadie puede quitarle su logro.

La cosa técnica, impoluta. La cosa artística, punible. Scott Waugh, maestro de ceremonias, es un doble de acción que ha llegado a dirigir Dios sabe porqué, que demuestra dotes para la logística pero no para la lógica. Todo lo relativo al automovilismo está tratado con un mimo inversamente proporcional al daño narrativo. En la suerte de road movie en la que se convierte el largometraje, los personajes aparecen de la nada, conocen el paradero de los demás por arte de magia, pilotan todo tipo de helicópteros que cogen prestados del ejército, se hacen con ordenadores portátiles en la cama de un hospital y con tablets desde la celda de la cárcel… George Gatins hace uso de la libertad que le permite el dirigirse a un público acomodaticio para solventar los problemas que le presenta el guión a base de soluciones tan infantiles como carentes de sentido.

Need for Speed

La promesa de un cine más allá del comercial viene a través del protagonismo de Aaron Paul. Gracias a Breaking Bad, quien interpretara a Jesse Pinkman se ha ganado la confianza de los más escépticos para engañarles en productos como éste. Él mismo parece consciente de ello: en cada plano su hieratismo refleja su pensamiento, que no es otro que “tengo que cambiar de agente”. Le acompaña Imogen Poots, chica florero con tópicos guerreros sobre el guión que solo se salvan gracias al encanto de la muchacha. Juntos tienen pendiente de estreno la adaptación de la novela de Nick Hornby En Picado, con la que poder resarcirse. El resto del reparto da para un episodio de La hora chanante. Michael Keaton monta carreras ilegales desde su casa que narra a través de un videoblog, los secuaces del protagonista por contraposición necesitan sentirse monos de feria haciendo muchos gestos faciales y desnudándose sin motivo y el archienemigo Dominic Cooper se enfada mucho cuando sus malévolos planes no le salen bien y lo hace saber enfurruñando su boca. Tampoco ayuda a ninguno de ellos el desfasado vestuario que lucen todos los personajes.

Un nefasto producto centrado en la velocidad sin orden ni guión que ni siquiera tiene un mínimo de rigurosidad hacia el juego que adapta. Sin embargo, alimenta ilusiones: la película del Fifa está cada vez más cerca.

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