La Herida

La Herida: Esa fuerza llamada Marián Álvarez

Qué razón tenía el escritor Micky Bane cuando afirmaba que «las heridas que no cierran son las del alma«. Quizá porque al ser internas cuestan más cerrar; o precisamente por estar escondidas da más miedo el mostrarlas a los demás, por temor, por pudor, por privacidad… o por ignorancia. Pero ahí están, más dolorosas e igual –o más– sangrantes que las comunes.

 

La Herida

 

El drama realista es difícil de tratar en el cine por su carácter íntimo y delicado, tanto por el contenido como por el continente. Ambos parámetros deben cuajar para recrear una sensación que quede verdadera. Como en La herida, de Fernando Franco. ¿Su contenido? Una joven que sufre Trastorno Límite de Personalidad ¿Su continente? Narrar un espacio de su vida cotidiana, pero sin especificar demasiado. Así el espectador observará lo arduo que es cicatrizar por dentro.

 

Fernando Franco opta por no contar demasiados detalles. Mejor. Tampoco hace falta meter demasiado el dedo en la llaga para realizar un drama contundente o exclamar el sufrimiento. Ana, la protagonista, expresa sus sufrimientos, sus dolores, su desconsuelo; y sus reacciones impulsivas y bruscas buscan lo contrario a lo que muestra: un alivio, una mano amiga, tan dificultosa de encontrar ante esa situación. La herida es un paréntesis en la vida de Ana; su día a día rutinario mantiene la espiral de sufrimiento de la que cuesta salir. Un retrato íntimo que es el de tantas personas que no pueden hablar por miedo o desconocimiento.

 

Sin embargo, el exceso de omisiones no juegan a su favor. Es cierto que el no querer indagar en los rasguños que forman esa contusión es una buena opción, pero a veces no basta con sugerir. Tanta parquedad no es buena, ni siquiera en esta cinta que no requiere de artificios. Pero hasta ahí los pormenores que van en su contra.

 

Aunque a un nivel más formal el discurso no sea del todo acertado, la aspereza de la historia es necesaria, pues estas bofetadas de crudeza social nos pueden ayudar a percibir ciertas sombras que se hallan entre nosotros. El visionado de La Herida deja una sensación amarga; la película no promete explicar, sino empatizar.

 

Marián Álvarez en La Herida

 

¿Cómo profundizar en lo que está escondido desde fuera? El director novel lo refleja con planos secuencia, muchos primeros planos a la protagonista, y siempre jugando con el desconcierto, tanto para Ana como su cómplice, el espectador, al que le cuesta comprender qué es lo que sucede, lo mismo que a ella, que desconoce su estado de salud mental.

 

Esa Ana se hace inmensa gracias a Marián Álvarez. El personaje es creíble, se la entiende, se la odia, se la compadece, y se reflexiona a su lado. Porque la actriz la hace real. Demasiado. Ella personifica magistralmente esa herida sin cerrar que sobrevive a base de cicatrizar las magulladuras de los otros, como buena trabajadora social que es. Álvarez se carga a sus hombros ella solita el peso de la película y la sostiene con estoicidad. Se ha llevado merecidamente la Concha de Plata en San Sebastián.

 

Manolo Solo, Ramón Barea y sobre todo Rosana Pastor están también formidables; brillan con luz tenue, como todo el largometraje, que no necesita un foco potente; la fotografía clara y sin matices detalla mejor este retrato, tantas veces invisible a los ojos de la sociedad.

 

Al salir del cine se deseará esclarecer muchas incógnitas. Ese es su cometido: Hacer partícipe al público de una situación que se supone lejana, agria, quizá peligrosa, para convertirla en cercana, íntima e inofensiva. La herida se manifiesta con el silencio más estruendoso y con la calma más desoladora. Después del éxito recaudado en el Festival de San Sebastián, no es raro que suene su nombre en la quiniela de los Goya.

 

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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