Francisco Avizanda: «‘Sapos y culebras’ tiene la intención simbólica de hablar del derrumbe de la clase media»

Sapos y culebras
El cineasta navarro Francisco Avizanda nos habla de Sapos y culebras, su segundo largometraje.

El cineasta navarro Francisco Avizanda nos habla de Sapos y culebras, su segundo largometraje. Una fábula sobre la crisis económica que nos ha atenazado durante los últimos años y en la que cuenta con Ariadna Cabrol como principal protagonista.

Pregunta: ¿Cómo surge la idea del proyecto y se pone en marcha?
Respuesta:
Yo estaba trabajando en algunos bocetos que tenían que ver con la crisis económica y charlando con un periodista en un festival de cine resultó que estaba trabajando en ese tipo de cuestiones. Me facilitó un montón de material y eso es lo que dio el impulso final al proyecto. Entre los papeles apareció el personaje y a partir de este me pareció que un cuento era la forma más adecuada para construir el guion y terminar la historia. La historia apareció a partir del personaje.

Sapos y culebras

P: El hecho de entrar en la historia in media res, ¿fue una decisión predefinida o te encontraste con esa situación?
R:
Lo forcé un poco, es verdad. Lo forcé porque me gustó la idea de que se fueran componiendo las piezas de la historia a través de los personajes a lo largo de la primera parte de la historia. De todas maneras esta serie de cuestiones llegaron un poco solas, porque prefiero que la propia historia me conduzca a través de los personajes a lo que formalmente va a ser la estructura del guion que empezar a decir «voy a utilizar esta estructura o voy a utilizar este tipo de recurso». Este tipo de composición me atraía bastante. Son las piezas de un rompecabezas que se van conformado, un poco como en los sueños, donde el espacio-tiempo está un poco roto.

P: ¿Por qué narrar la historia a través del personaje de Rebeca, una protagonista en principio ajena a toda la situación?
R:
Había una intención simbólica de hablar del derrumbe de la clase media. La sacudida de la clase media en España ha sido tremenda en estos últimos años. Ha habido una especie de corte social y de expulsión de una parte importante de la clase media. Me pareció que una jovencita que llevara todo el peso de la historia era el personaje ideal para contar ese periplo de la gran estafa. O las consecuencias de la gran estafa. Una tipa que se queda sin nada de la noche a la mañana, sin nadie que le pague las facturas y que tiene que hacer como los ratones, buscar una salida por todos los medios para encontrar su medio de supervivencia.

P: Es como una metáfora a nivel general. Ella se encuentra sin nada sin comerlo ni beberlo. No ha sido responsable de lo que ha sucedido pero es la que está pagando los platos rotos. ¿Ese símil era algo muy buscado o fue surgiendo de forma natural?
R:
El personaje me servía para, desde una aparente inocencia, explicar lo que ha ocurrido. Pero si te das cuenta al final lo que propone el personaje es «coge tú también el dinero y échate a correr». Me divertía mucho la idea de que aunque hay una cierta distancia con el personaje porque vemos que es una tipa que no tiene ningún reparo en salir del atolladero de cualquier manera, enseguida lo que estás deseando, lo que la mayoría de la gente no puede evitar, es que ella llega a conseguir ese objetivo que sabemos que está allí. Y que soluciona en definitiva su problema personal. Que creo que es en el fondo el nudo o la almendra de lo que ha ocurrido en España en los últimos años.

Sapos y culebras

P: ¿No es un poco arriesgado? Con todo el periplo que lleva al final uno no espera que se siga ahondando en la miseria del personaje. No es nada complaciente con el personaje ni con el espectador.
R:
No, porque no encontré en ningún momento ninguna razón para ser optimista. Tampoco muy pesimista o llegar al derrotismo. Sí que vi que esa forma de cuento me permitía una moraleja. En este caso, más que una moraleja es una especie de toque de atención o aviso a navegantes, «que a lo mejor esto resulta que se va a convertir en un país de camareros o de croupiers, donde nosotros solo estamos llamados a hacer ese tipo de cosas». El hecho de que fuera una fábula también me permitía no entrar a saco, no ir a un realismo que no está en la película. En líneas generales está, hay unos detalles duros, pero son más una dureza de tipo psicológica que una dureza o una violencia visual marcada, subrayada.

P: Lo pregunto porque cuando llegas a final vemos como ella tiene que pasar por el aro y al mismo tiempo como los villanos de la historia salen victoriosos. La vemos a ella aceptando el trabajo de croupier y a ellos celebrando su triunfo. Queda la sensación de que después de todo el viaje de la protagonista, el mal es el que ha triunfado.
R:
Sí, el cuento insisto, permite eso. No está en el género del melodrama. No está tampoco dentro de la estructura esta que se da mucho de la «traca final», de la explicación moralista. El cuento te permite eso, lo que tiene de desconcertante. No podría plantear una gran metáfora a través de Rebeca y de su situación, de esa crisis o esa decadencia de la clase media española, tengo que ser coherente con lo que ocurre. Y no soy optimista porque yo creo que los malos no solo ganan sino que posiblemente van a ganar, e incluso van a celebrarlo. A los hechos me remito. He dejado graneados algunos pequeños detalles que son muy identificables en la película y algunos de ellos tienen ya dos años –incluso más–, y los personajes ahí están. Vivos y coleando. En todos los sentidos. Creo que lo que debería ocurrir no puede estar en la película. A fin de cuentas he construido un cuento. El cuento está cerrado con este aviso a navegantes que te decía y lo demás a mí se me escapa. Esto es una película más o menos urdida como es, pero todo empieza y todo acaba con la relación que estableces con el personaje desde principio a lo largo de una hora y media, y ya está.

P: Hablamos de cuento, pero un cuento sin héroes. Todos son o muy grises empezando por los protagonistas, o ya tirando al negro.
R:
Sí, los personajes se han construido de esa manera. La composición de la orquesta de personajes en general sí que puede tener ciertos tintes tirando a sombríos. Ha salido así. El cuadro –por utilizar un símil pictórico en cuanto a los personajes– a lo mejor es más goyesco que otra cosa. En el sentido del Goya de las pinturas negras, que es alguien a quien yo admiro mucho. El hecho de que sea una fábula hace que los personajes también estén cerca de esos personajes que recuerdan en su comportamiento grotesco… Las fábulas se mueven a través de animales humanizados y en ese sentido la apariencia de simplicidad –que no es tanta en los personajes–, sí que al final dices «bueno son personajes de fábula». En las fábulas late un cierto pesimismo.

P: El título va también un poco por ahí, ¿no?
R:
Exacto. Yo quería que anunciara a las claras –para el espectador un poco avezado– que estaba ante un cuento, ante una fábula. Y por tanto con todas las consecuencias, y la manera que he hecho al construir narrativamente las secuencias, el modo de hacerlas, las posiciones, el uso de unas ópticas más cortas que en mi anterior película para aislar todavía más a Rebeca, para reducir más la profundidad de campo, todo eso lo trabajamos en ese sentido. Está muy cuidado, supongo que se nota, porque tenía el peligro de que en algún momento se fuera o escapara en una dirección realista que no quería. Las grabaciones que están inspiradas en grabaciones reales ya tenían el suficiente peso realista como para no insistir por ahí. He jugado un poco con eso. Espero que acertadamente.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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