Aviso: El presente artículo puede contener spoilers
Volvemos con el universo mutante de Marvel donde lo dejamos el mes pasado. El Club del Fuego Infernal, capitaneado por el irritante Kade Kilgore, tiene en jaque a Lobezno y amenaza con destruir su sueño de recuperar el instituto fundado por Charles Xavier. En la otra punta del continente Cíclope y su Equipo Extinción luchan contra uno de los enemigos «de siempre» de la Patrulla-X: Mr. Siniestro ha vuelto para hacer uso del poder de los Celestiales y autoproclamarse la especie más evolucionada y, por tanto, la única con derecho a hollar la Tierra. ¿Qué nos deparan este mes las dos principales colecciones mutantes?
«He sido Hombre-X, Factoriano-X, Defensor… Pero hoy tengo que ser algo más»
La primera página de este segundo número de Lobezno y la Patrulla-X es toda una declaración de intenciones, Jason Aaron no ha juntado a toda esta panda de mutantes en Nueva York para que Lobezno tenga que salvar el día una y otra vez. Es hora de explotar las capacidades de todos y cada uno de los alumnos y profesores del Instituto Jean Grey. Y vaya si las explotan: nunca hemos visto al Hombre de Hielo ser tan imprescindible… ni tan mortífero. En esta grapa veremos cómo se resuelve la situación a través de dos capítulos que se leen casi sin que nos demos cuenta.
Y es que Aaron no ha renunciado ni un ápice al sentido del humor del que ha hecho gala desde el primer número y esta primera aventura se cierra con mucha acción, sí, pero también con unos giros la mar de divertidos que, además, nos ayudan a entender cómo va a lidiar el autor con personalidades tan complicadas como las de Quentin Quire (el Chico Omega) o Kid Gladiator (un príncipe que destruyó la mitad de la ciudad real Shi’ar durante el Cisma) a través de la inocencia de Nydo y la ternura de Oya… o simplemente recordándonos que por muy poderosos que sean, a veces los chavales son sólo chavales, buscando ser aceptados, respetados o reconocidos.
El tomo se completa con la habitual reflexión de Julián M. Clemente y la portada del número 3 de Lobezno y la Patrulla-X norteamericano, que Panini ha tenido el buen ojo de situar en la cubierta trasera y completamente limpia de texto.
«Este planeta está bajo nuestra protección»
Frente a las aventuras colegiales de Logan y sus alumnos tenemos a Scott Summers tratando de evitar nada menos que la aniquilación de la raza humana a manos de un antiguo jinete de Apocalipsis lo suficientemente loco como para robar el poder de una entidad cósmica y tratar de repoblar la Tierra con clones suyos… Y todo esto en un sólo capítulo de La Imposible Patrulla-X.
Porque en esta segunda entrega confluyen nada menos que tres historias. Por un lado asistimos a la conclusión de Todo es Siniestro, por otro está la historia corta titulada Falange, que nos ayuda a comprender uno de los nuevos poderes que Siniestro muestra en su confrontación con la Patrulla-X a la par que rescata a unos personajes olvidados de la Casa de las Ideas y, finalmente, da comienzo la segunda saga guionizada por Kieron Guillen. Pero vayamos por partes.
Está claro que Todo es Siniestro funciona como una historia introductoria para que veamos cómo se organiza y funciona este superequipo, pero el cierre que se saca de la manga Guillen para la historia es de lo más forzado y abrupto. Como si en la película de Los Vengadores al final vencieran los buenos porque a Loki le hubiera venido un repentino ataque de gastroenteritis. Habría sido más sencillo no lanzar a un villano tan tremendamente fuerte contra nuestros protagonistas en los primeros compases de la historia.
Falange es, a mi parecer, lo mejor de este número. También guionizada por Guillen, la historia nos traslada a un pasado muy anterior al Cisma para mostrarnos a unos villanos de los 90 de los que hacía tiempo que no sabíamos nada. La Falange está (o estaba) compuesta por humanos cuyo odio hacia los mutantes los llevó a autoinfectarse con un tecnovirus que los convirtió en una especie de zombis cibernéticos con capacidad para convertir a cualquier otro humano en uno de los suyos y con una mente colmena que los hacía más peligrosos si cabe. Para el dibujo de esta historia Guillen ha contado con Brandon Peterson que, según nos desvela M. Clemente al final del tomo, Marvel tiene saltando de una colección a otra para encargarse de este tipo de historias. Su estilo difiere mucho del de Carlos Pacheco (el encargado de la historia de Siniestro), pero casa perfectamente con el tono oscuro y triste de este relato.
Cierra el número la primera entrega de Tabula Rasa, una historia que comienza en los tomos de X-Force (Panini pondrá a la venta en agosto el tomo que la recoge) y que nos habla de un lugar a medio camino entre Parque Jurásico, la isla de Perdidos y Stargate. Sin embargo, lo más interesante de esta nueva aventura es que el autor divide a nuestros protagonistas en pequeños grupos y esto le sirve para comenzar a revelarnos algunos secretos y tramas secundarias que nos van a tener enganchados a la Patrulla-X durante los próximos meses, los coqueteos de unos personajes: la pérdida de humanidad de otros, oscuros secretos, profecías… Para este arco se vuelve a cambiar de dibujante, entra Greg Land (se irá alternando con Pacheco), y el resultado es un estilo con cierto regusto a fotografía que, si bien no es del todo natural, no afea el resultado y viene acompañado de unos escenarios muy trabajados y hermosos.
El número se completa con la colección de portadas norteamericanas a las que acompaña una variante poco menos que inquietante firmada por Greg Horn.
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